jueves, 6 de octubre de 2011

Arepas andinas en Margarita

Viví en Mérida por varios años, de esa tierra me traje varios regalos hermosos, el primero, el más valioso y el más agradecido en mi vida es mi hija Diana, mi guerrera del bosque, una maga, una luz brillante y alegre!

El segundo regalo es haber aprendido a hacer pan! Solo de pensar en que soy capaz de crear el "pan de cada día" me hace sentir capaz y segura de que podré alimentar a mi manada siempre.

Allá aprendí a amasar, a levar, a hornear y a repartir el pan...que como la vida tiene su proceso...dulces, salados, campesinos, rústicos,sobados, aromatizados, integrales...como se me ocurriera, allá inventé recetas, dicté cursos, regalé conocimientos y me vine con el corazón en paz y feliz porque no solo aprendí sino que allá enseñé a otras mujeres a transformase en la cocina, y de alguna forma siento que di mi aporte social.

De todos los tipos de pan que aprendí a hacer, si hay alguno que considero noble, amable, leal y solidario son las "arepas andinas". Esas arepitas son tan humildes y hermosas, alimentan tantas bocas, acompañan en tantos momentos, aromatizan tantos lugares, que solo viviendo en el páramo de Mucuchíes entendí la importancia que tienen, comprendí que ellas no solo alimentan el cuerpo, sino que le dan sustento al alma... por eso cuando me siento el corazón melancólico, cuando creo que se acerca alguna tristeza a mi alma, agarro harina, aceite o mantequilla, sal, huevo, azúcar, agua tibia y me dedico a amasar. No importa donde esté, hacer estas arepitas me alegran la vida porque huelen a hogar, a cariño, porque al servirlas en la mesa mi manada sonrie, se van acercando a la cocina atraidos por el olor, olfateando las ganas de dar y recibir cariño, van sacando como en una fiesta el queso, la mantequilla, la natilla (si la hay), colocan todo en una danza que se transforma en alegría cuando nos sentamos a comerlas con cafecito con leche, con guarapo o chocolate...a veces acercan mermelada y la cosa se endulza...entonces la melancolía desaparece, la tristeza no puede instalarse y entiendo porque en la tierra merideña se cocinan tanto las famosas arepas andinas.

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