jueves, 30 de octubre de 2008

Taparos, taparas, totumas y totumitas en Margarita


La tradición del taparo es quizás la que más ha batallado en Margarita frente a la acción destructora del tiempo. Todavía en la Isla se usan taparos y taparitos. Se cargan sueltos y en mapires; encabuyados o enrejados. Los redondos, ovalados, largos, caribes y pachecos. En ellos se lleva agua para las excursiones o para los trabajos. También se conducen de una parte a otra repletos del dulce y refrescante guarapo de caña, y en las parrandas conuqueras más de una vez se han transformado en envases para el ron, el vino, el chinguirito o para cualesquiera otra bebida estimulante o embriagante. Hasta el exótico whisky ha llegado a tener cabida dentro de
los cascos de taparos criollos.
En Margarita casi nunca se le dice tapara sino simplemente taparo y con igual nombre se conoce a la mata que los produce. Pero no solo para transportar líquidos se han utilizado los popularísimos taparos. También, en tiempos pasados, para extraerles de su tripa un jarabe o bebedizo que recomendaban los curanderos para la expectoración y el alivio de los malestares asmáticos. Lo mismo que para alimentar vacas y cabras con el fin de que les aumentara la leche.
Cuando su casco estaba hecho o sea bien endurecido, se hacían con ellos totumas, charaguas, pecos o pecoros, remillones, espumaderas, cestas, achoteras, embudos, maracas, furrucos, cumbios, cucharas grandes para menear y servir los sancochos y pequeñas para comer frijoles, judías, guanduros y otros granos cocidos. También se guardaban en taparos semillas de diferentes clases para tu futuras siembras, y la prendas de
valor, las monedas de oro o de plata y todo lo menudo que se queda tener oculto o alejados de los mal acostumbrados. Cuando ya estaban rotos e inservibles para transportar líquidos, los aprovechaban como avivadores del fuego o para pegar colmenas o poner maticas medicinales o de adorno. En la actualidad los taparos han tomado otro destino y así los podemos ver dentro de las vidrieras y en los llamados "rincones criollos" ya no rústicos como en el tiempo de antes, sino emperifollados, es decir, adornados con cintas y encajes; pulidos, barnizados, encharolados y muchas veces pintados con las mas ricas acuarelas, para cambiarles sus fisonomías.Los taparos han seguido el ritmo de la época y en la actualidad están tomando nuevamente sitios preponderantes.


Texto de Joaquín Salazar Franco


Por cierto en la Galeria Red de Arte en la Av. 4 de Mayo donde está Biblos encontré en el segundo piso unas totumas convertidas en bandejas para frutas en bellos colores vivos que son un sueño, me encantaron ideales para los venideros regalos decembrinos.

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